Renacido de las ascuas~

Ser imperfecto, nada más nacer mi creadora me desechó. Cometí el error de llorar de alegría, y lo que ella buscaba crear una máquina sin sentimientos. Algunos dicen que le recordé demasiado a su hermana fallecida durante la guerra. Ella no quisó destruirme, pero me abandonó. Me desactivó y encerró en el pabellón Shakkei. Desde entonces, fui vagando por el mundo. Mi vida se convirtió en una sucesión de desgracias. Sufrí lo que creía fervientemente ser traiciones que me cambiaron drásticamente, haciéndome odiar a la humanidad y a los dioses. Pertenecí a los Once Heraldos, una gran organización conducida por los fatui y liderada por Tsaritsa. Ellos me dieron lo que tanto ansiaba. La oportunidad de conseguir una gnosis y ser un dios. Sabía que así podría activar el "Dios Mecánico", pero fracasé estrepitosamente. Me volví a sentir solo, abandonado, como las puertas que ven, una vez llevaban a una nación, Khaenri'ah, sí, aquella que fue destruida por Celestia 500 años atrás. Osaron desobedecer y pagaron un precio muy alto. Por órdenes de la Arconte dendro, ayudé al viajero. Me envió al Irminsul en busca de información de la hermana del viajero, pero lo había preparado todo para que descubriera que lo que yo había considerado como traiciones, era producto de la mente manipuladora de "Il Dottore". No por nada es la arconte de la sabiduría. Estallé en rabia. Todo lo que llevaba tanto tiempo creyendo resultó ser mentira y me sentí culpable por todas las muertes que ocasioné. Quise cambiar el pasado modificando el Irminsul, pero todo el mal que provoqué ya era irreversible. Aun así, me fue concedida una oportunidad. Aquella pequeña diosa vio algo bueno en mí y quiso creer. Al verme argumentando sobre la sociedad de Inazuma, me apuntó a la Akademiya con el nombre de Don Sombrero. Me dio lo que siempre busqué. El apoyo, el cariño y respeto que me merecía. Kabukimono, Kunikuzushi, Scaramouche... He tenido muchos nombres. Pero al fin me siento en paz conmigo mismo, aceptando y perdonando a mi yo del pasado. Ahora miro estas puertas, con la esperanza de que haya justicia para los sobrevivientes y que encuentren toda la paz que merecen.